Generalmente, te habría tragado.
Te habrías asomado por mi glotis
y en un acto premeditadamente reflejo
te habría devuelto a tu lugar de origen.
Devolución por defecto de fábrica.
No pude aguantarte, dos mil siete.
Tuve que hacerlo. Vomitarte.
Todo patrocinado por los dedos
índice y corazón de su ausencia.
Y al salir te llevaste contigo
todas las ilusiones que prometiste,
el turrón, el cava de esperanza
y los churros con chocolate.
Juntos asistimos al desmembramiento de la interdependencia de la especie.
No le dimos importancia.
Y ahora,
en este mismo instante,
el segundero de un reloj recorre una luna llena,
una luna que se desangra de carmín de pintalabios,
y todos,
desalmados hasta los dientes,
brindamos por tu muerte, hijo de puta.
Y por el nuevo año que comienza.
1 de enero de 2008
Feliz año nuevo
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