Sé que nunca me devolverás mi mirada.
Sólo tu brillante rostro metálico.
Mi primer enfrentamiento de cada mañana.
Cinco minutos contemplándote
me alejan de ser cazador furtivo.
Y tú sabes que estás lejos de ser presa.
Cinco minutos y tú erguida.
Como si de ti no se tratara.
Siempre con tu brazo en tu cadera.
Cinco minutos.
Sintiendo mis ojos.
¿Los sientes?
Te los estoy clavando.
De repente, se alzan tus vapores. ¿Te ruborizas?
Caliente.
Gimes.
Eso sí, sin perder la compostura.
Qué valiente.
Cafetera.
26 de abril de 2008
Fijación matutina
Escrito a las 12:53